martes, 17 de enero de 2017

SIN LEER TAMBIÉN SE VIVE
La Federación de Gremios de Editores de España acaba de publicar un Informe sobre la lectura en España verdaderamente demoledor. Baste citar algunos datos del Informe: 4 de cada 10 españoles no leen nunca un libro; el 20 por ciento de las librerías españolas han cerrado desde que comenzó la crisis; el 25 por ciento de los quioscos de prensa cerraron también. 

Qué duda cabe que la crisis económica se encuentra entre las principales causas del problema mencionado. Arruinada la clase media, no hay dinero para libros. Tampoco hay presupuestos para las bibliotecas públicas, que ven como se reducen sus fondos y cómo éstos no se renuevan. Aparte de los efectos letales sobre la lectura de la crisis económica tan aguda que estamos sufriendo desde hace tiempo, cabe añadir el que los padres no suelen leer, con lo cual los chicos no pueden reproducir el hábito lector de sus mayores. 





Pero lo dramático es que haya una clamorosa falta de planes educativos sobre la lectura. Los equipos directivos de los centros educativos, generalmente horros de formación pedagógica, gestionan a veces los centros educativos al margen de criterios pedagógicos. Su trabajo peca más de administrativo que de pedagógico. La lectura se resiente de ello.

Por último, cabe lamentar que una parte importante de los docentes tampoco lean, como corrobora el Informe.  Y es que parece que hay que hacer honor al dicho "en casa del herrero, cuchillo de palo".

 La lectura no sólo nos proporciona ocio y placer intelectual. Generalmente, la persona que lea escribirá y se expresará verbalmente de manera adecuada. Comprenderá el mundo mejor que si no leyera. Y lo que es muy importante: a través de la lectura nos hacemos más solidarios al contemplar y zambullirnos en otras historias. La lectura se convierte, pues, en un valor de la democracia. Así pues, la vida buena y saludable debe concebirse con libros, lo que requiere, junto con la diversión y el disfrute, un esfuerzo por nuestra parte; puede haber otro tipo de vida, sin libros, donde no haya esfuerzo por nuestra parte, pero esta vida en cierto sentido ya no es vida. "No rehuiré ninguna lectura, más que las aburridas", decía Pío Baroja en su libro de memorias  Juventud, egolatría(Madrid, Caro Raggio, 1985, p. 42). Hagamos caso al gran escritor vasco.