viernes, 27 de septiembre de 2013

ANTE UN NUEVO CURSO

Primeros días de clase, caras nuevas, otras conocidas. Palabras de bienvenida, de ánimo y de aliento. Trato de infundirles el gusto por aprender, el gusto por aprender--si se me permite la cursilada-- cosas buenas, que les ayuden en su desarrollo como personas y también que les prepare adecuadamente para la vida profesional. Fernando de los Ríos reconocía, en carta a su tío Francisco Giner de los Ríos, que "sólo me desespera lo mucho que ignoro". Hace ya unos años publicábamos un artículo("Curso nuevo, fracaso viejo", diario HOY, 6-XI-2001) ante el comienzo del curso escolar, que reproducimos a continuación. Tal vez conserve actualidad.
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Comenzó el curso escolar con unos cien mil alumnos menos y con una serie de problemas graves. Tal vez el más llamativo y de más impacto en la opinión pública sea el del fracaso escolar. Unas recientes jornadas de expertos en educación, celebradas en Madrid, han vuelto a insistir en el mismo. Uno de cada cuatro alumnos de la ESO no concluye la misma. Los estudiantes cometen faltas de ortografía, poseen un vocabulario escaso y pobre, tienen mala caligrafía, no se expresan correctamente y apenas leen. La realidad es ésta, cruda y dura. La sociedad se pregunta cómo puede ser esto posible, precisamente cuando el estudiante tiene a su alcance más medios que nunca. Libros de texto maravillosamente ilustrados, vídeos, el ordenadorno son, al parecer, instrumentos eficaces para el alumno, cuando debieran serlo. Y lo grave del asunto es que, a la hora de diagnosticar las causas del mencionado fracaso escolar, las partes implicadas(alumnos, padres y profesores) se acusan mutuamente. Mal podemos resolver un problema cuando adoptamos la táctica del avestruz.
Ya dije en esta misma tribuna(De nuevo el fracaso escolar, 2-VIII-2000) que, como todo gran problema, las causas son múltiples e interrelacionadas. Padres, alumnos y profesores, no necesariamente en este orden, son directamente responsables.
Entiendo que el buen profesor, además de vocación, debería tener una buena preparación académica, un amplio conocimiento de la disciplina que imparta. En la actualidad, el conocimiento a que aludo suele, a veces, camuflarse con el despliegue de una surtida gama de procedimientos y actividades. Con el pretexto de que el alumno tiene que aprender por mismo, se echa por la borda la transmisión del saber.

Pero es que, además de ciencia, el profesor debería reunir talante y aptitudes pedagógicas. Ha de ser en el aula abierto y tolerante, capaz de crear una atmósfera de camaradería y distensión, e incluso, de establecer una relación cuasi amistosa con sus alumnos. Cuenta en sus Memorias Juan Simeón Vidarte que, durante sus años de estudiante en Madrid, al salir de las clases solía acompañar desde la Facultad a su casa al profesor don Julián Besteiro. Los grandes profesores, como Giner de los Ríos, Unamuno, Ortegapermitían acercárseles a sus alumnos. De esta manera transcendían el aula, descubriendo mejor las potencialidades de sus alumnos y guiándoles más certeramente en el propio autoconocimiento y autorrealización. El profesor aparece así como guía del conocimiento y aprendizaje. Desde Sócrates sabemos que éste es el método de enseñanza más racional y pedagógico. Pero ello no debe suponer, ya digo, que el profesor no deba transmitir conocimientos.
Los profesores seguimos, a veces, anclados en la tradición, en la rutina. No nos percatamos de que, si no hacemos a los alumnos las materias atractivas, no se engancharán a ellas. Cualquiera puede enseñar, pero no todos pueden enseñar seduciendo. Debemos darnos cuenta de que, en la actualidad, los profesores no somos la única fuente del saber: existen la televisión y el ordenador, y éstos que tienen una alta capacidad de seducción.
Por otra parte, los Centros de Profesores y Recursos(CPR), más que formadores de los profesores, han quedado reducidos a expendedores de créditos.

Por lo que se refiere a los padres, faltos de tiempo, se desentienden, a veces más de la cuenta, de los hijos, sin percatarse de que éstos no sólo reciben en los centros de enseñanza una instrucción(a cargo del profesorado) sino también una educación humana e integral, y ésta debería ser obra conjunta y complementaria de padres y profesores. Es lamentable que haya padres que no aparezcan por el centro ningún día a lo largo del curso para interesarse por la marcha de sus hijos, y cuando lo hacen es obligados, ante el surgimiento de algún problema. El contacto periódico entre padres y profesores es vital. A veces ha sucedido que algún padre ha ido a buscar a su hijo al centro y, al preguntarle qué curso o especialidad hacía, no sabía qué responder, sólo que estaba allí, en el centro. Parece como si hubiera padres que se limitaran a aparcar a sus hijos en los institutos.
Desgraciadamente hay padres que, carentes de formación académica, no pueden ayudar en sus tareas a sus hijos. Pero lo que pueden hacer es preocuparse de facilitarles un lugar idóneo para el estudio, llevar un ritmo de vida ordenado en cuanto a alimentación y tiempo de sueño, evitar los conflictos familiares, etc. Esto pueden hacerlo, al igual que infundir a sus hijos normas de comportamiento elementales, sobre todo de urbanidad. También deberían mostrar los padres deseos de aprender ellos mismos, procurando leer algún libro o, al menos, la prensa, hacer algún curso, etc. Se educa con el ejemplo y, sobre todo, con esta actitud se pertrecharían de más autoridad para exigir después a sus hijos.
Por lo que se refiere a los alumnos, estudian poco, hasta el extremo de que ocho de cada diez reconocenpoco esfuerzopor aprender, y cuando lo hacen es de manera repetitiva y memorística. Demandan de los profesores no introducciones explicativas para después elaborar ellos mismos sus propios apuntes, sino los apuntes ya elaborados para memorizarlos a continuación. Deberían darse cuenta de que hay que estudiar para saber y que el aprobado es una consecuencia lógica de ello. Un día y otro también, al mandarles los ejercicios para realizar en casa, nos encontramos con que, en efecto, los traen al día siguiente hechos, pero calcados del libro de texto, sin asimilar antes los temas.
Los alumnos no se han dado cuenta aún que su actividad no se reduce sólo a asistir a clase y a realizar mecánicamente los ejercicios. Su actitud tiene que ser activa, tanto en clase como en casa. El libro de texto no debe ser la única fuente de conocimiento para el alumno. Debe complementarse con consultas a diccionarios, enciclopedias y otros textos de consulta. Los medios audiovisuales deben y pueden utilizarse, pero dosificádamente. Para asimilar los conceptos es preciso primero estar atentos en clase, y después estudiar en casa. Hecho esto, podrán realizar las tareas y ejercicios que se les manden. El estudio, por muy ameno que se haga, supone un esfuerzo, una disciplina, en la soledad del cuarto de estudio. Y también, aunque sea impopular decirlo, conlleva ciertas renuncias, como pasar menos horas ante el televisor y el ordenador o salir menos con los amigos.
Como trasfondo del fracaso escolar está la falta de consolidación del modelo educativo, a la espera de la resolución de la polémica entre los partidarios de la comprensividad y los defensores de introducir elementos correctores a la misma. Entretanto, el fracaso escolar nos habla con claridad de la calidad de nuestra enseñanza.
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viernes, 20 de septiembre de 2013

LIBROS, MÁS LIBROS POR FAVOR.LECTURAS PARA DIVERSIFICACIÓN



      3º. DIVERSIFICACIÓN:

1.   El poema de mío Cid.
2.   El conde Lucanor, Don Juan Manuel.
3.   El Libro de Buen Amor, Arcipreste de Hita.
4.   El Lazarillo


5. La Celestina, Fernando de Rojas.





6.   El Quijote, Cervantes.














7.   Novelas ejemplares, Cervantes.
8.   Fuente Ovejuna, Lope de Vega



9.   La dama boba, Lope de Vega.
10. El alcalde de Zalamea, Calderón de la Barca.

      4º. DIVERSIFICACIÓN:

1.   Cartas marruecas, Cadalso.
2.   El sí de las niñas, Moratín.
3.   Artículos, Larra.
4.   El estudiante de Salamanca, Espronceda.
5.   Rimas. Bécquer.
6.   Leyendas, Bécquer.
7.   Pepita Jiménez, Valera.
8.   Cañas y barro, Blasco Ibáñez.


9.   La barraca. Blasco Ibáñez.
10. Misericordia, Galdós.


11. Cuentos, Clarín.
12. La tía Tula, Unamuno.
13. La busca, Baroja.



14. Campos de Castilla, Antonio Machado.













15. Yerma, Lorca.


Federico García Lorca amaba su tierra y ese amor queda reflejado en su obra

16. La casa de Bernarda Alba, Lorca.
17. Bodas de sangre, Lorca.
18. Romancero gitano, Lorca
19. La familia de Pascual Duarte, Cela.
20. La colmena, Cela.

21. El camino, Delibes.
22. Los santos inocente, Delibes
23. El rayo que no cesa, Miguel Hernández.

     Los alumnos elegirán tres libros de los listados anteriores por trimestre, presentando un comentario de cada uno de ellos.